Montevideo, mayo de 2015.
Respecto a las declaraciones vertidas en contra de la Laicidad por una importante dirigente
de la Masonería Femenina en el Uruguay el pasado lunes 4 de mayo
Nunca antes en la historia de la humanidad tantas personas han podido gozar de sus derechos, como en el último siglo.
La historia nos enseña que -salvo raras excepciones- la forma habitual y extendida en la que ha vivido la humanidad desde sus albores ha sido en la miseria, en la opresión política y religiosa, acosados por las enfermedades, la pobreza, sin derechos civiles, sin justicia y sin representación en las estructuras de poder. Y esa misma historia nos enseña que solo a través del derramamiento de sangre de miles de mártires que ofrendaron su vida por la libertad, el conocimiento, la verdad, la justicia, la igualdad y la democracia, se logró terminar con los privilegios de los órdenes monárquicos, caudillescos y eclesiásticos, y bajo los fundamentos del Estado de Derecho, lograr una convivencia pacífica, civilizadora y de progreso.
Es hoy en occidente, la región en que pese a la persistencia de desigualdad como en el ingreso, el acceso a la salud, la educación y una alimentación decorosa, y en el campo cultural, el goce de los derechos políticos –entre ellos el derecho a elegir y ser elegido para cargos de gobierno– están mejor garantizados y son referencia y plataforma privilegiada de los avances sociales aún a conquistar. Pero no siempre fue así. Sólo con el derrocamiento de las monarquías absolutas, férreamente apuntaladas por la iglesia católica a través de experiencias como la santa alianza y el advenimiento de los regímenes de derecho y las repúblicas se logró acabar con la inquisición, la censura a la información y al pensamiento, y la persecución por razones ideológicas.
Hoy observamos con horror la realidad que se vive en medio oriente, donde grupos fundamentalistas radicales cometen actos de crueldad inimaginables para nuestra época, donde bajo la promesa de una vida idílica en el cielo, no dudan en asesinar de las formas más sangrientas a quién ose caricaturizar a su dios o profeta, o simplemente no siga los preceptos que su corriente religiosa impone. Justamente los tildamos de bárbaros. Pero muy seguido olvidamos que en los últimos 500 años el catolicismo encomendó a los nativos americanos a la esclavitud y el exterminio por ser considerados menos que humanos, por no saber rezar en un idioma inteligible, olvidamos las cazas de brujas, la hoguera donde perecieron filósofos y científicos, las cruzadas –verdaderos instrumentos de genocidio-, el silencio cómplice de la iglesia católica frente al totalitarismo nazi cuando no la participación activa durante el franquismo y las dictaduras latinoamericanas.
Solo el fortalecimiento de los ideales republicanos, y la separación del Estado de las religiones e ideologías, cuya implementación legal y ética se llama Laicidad, ha permitido la convivencia pacífica en la escuela entre hijos de padres de distintas creencias religiosas –incluido el derecho a no creer en ninguna entidad suprema–.
Y en la vida social, la seguridad de poder gozar de derechos civiles sin restricciones impuestas por dogmas revelados o ideologías que intentan dar sentido y utilidad a la vida de las personas en torno a supuestos fines elevados, casualmente siempre favoreciendo a un partido único cuando no a un gobernante carismático y/o autócrata.
Por todo lo expresado, manifestamos nuestra profunda preocupación por la superlativa ignorancia, el profundo desinterés e incluso hasta un lamentable desprecio que vuelve a constatarse en algunos sectores de la sociedad, por la historia de progreso en nuestra República, y que hoy parecen obviar sacrificando ese rico patrimonio que pertenece al bien común de nuestra sociedad, a no sabemos bien que vil necesidad.
De otra manera no puede entenderse, lo expresado en la noche del lunes 4 de mayo pasado por la así denominada Gran Maestra Ad Vitam de la Gran Logia Femenina del Uruguay, donde textualmente afirmó que “la laicidad cercena la parte espiritual”, manifestando su acuerdo en “enseñar religión en alguna etapa de la educación pública”. Es lamentable que la Sra. Toyos en el mencionado reportaje, haya admitido y aceptado la discriminación de género al reconocer públicamente que la institución a la que pertenece y representa, es una mera colateral de esposas e hijas de masones de otra institución a la que no pueden pertenecer por el mero hecho de ser mujeres.
Pero, es esto lo que nos llama a la reflexión: ¿Cómo es posible que existan masones de la vertiente que fuere, que nieguen el ilustre y desinteresado pasado de tantos librepensadores, muchos de los cuales ostentaban asimismo su condición de masones y que dieron todo luchando por la libertad y el progreso social? Giordano Bruno, Galileo Galilei, José Garibaldi, Ferrer i Guardia, Benito Juárez, Leandro Gómez, Francisco De Miranda, Mariano Moreno, José Artigas, Flora Tristán, Anita Garibaldi, Enrique Jacobsen, José Pedro Varela, Belén de Sárraga, Federico García Lorca, Paulina Luisi, Baltasar Brum, Salvador Allende, por solo nombrar algunos ejemplos.
La República Oriental del Uruguay expresa en su Constitución (art. 5) no profesar religión alguna, teniendo vedada la financiación de ninguna de ellas. Las leyes de educación prohíben el adoctrinamiento religioso e ideológico y velan por la defensa de la Laicidad. No casualmente desde la reforma educativa vareliana no hemos presenciado en nuestro país derramamientos de sangre por razones religiosas.
El Uruguay tuvo sin embargo en sus orígenes fundacionales luchas fratricidas, por razones ideológicas y también enfrentamientos por razones de religión. Recuérdese como triste ejemplo la intransigencia católica de rechazar dar sepultura en los cementerios del Estado que eran administrados por la iglesia católica a Enrique Jacobsen por la razón de pertenecer a la masonería, llevaron a su secularización, produciendo la protesta y posterior exilio autoimpuesto de Jacinto Vera, por esa época cabeza de la iglesia en nuestro país. Siendo la revolución conocida bajo el nombre de Cruzada Libertadora, dirigida por Venancio Flores e instigada por el mismo Vera, la última “guerra santa” que conoció nuestro suelo oriental, la cual triunfante impuso la dictadura de Flores y trajo como consecuencia como pago de favores a quienes apoyaron la invasión, la participación de Uruguay en la Triple Alianza. Cruel consecuencia de esta triste aventura fue participar en el exterminio del 90% de la población masculina paraguaya.
Es la laicidad donde encuentran asilo la tolerancia, el derecho de las minorías, la libertad, la igualdad, la fraternidad. Negar la misma es negar nuestra esencia y carácter, es malvender el diferencial que hemos tenido con la región por intereses y creencias personales, siendo el Uruguay bastión de libertad y progreso, en una América Latina donde lo político e ideológico, donde las afinidades, van por encima de la ley. Sabemos qué ocurre cuando los personalismos se sitúan por encima de la ley, y sabemos qué ocurre cuando se tolera el adoctrinamiento religioso y/o ideológico.
Por todas estas razones alertamos sobre este peligroso antecedente, que implica tirar a la basura 150 años de combates republicanos y laicos en nuestro país, y sumarse -desde un frente inesperado- a la ofensiva clerical contra la laicidad, la cual venimos denunciando hace tiempo su implementación por parte de los sectores confesionales aliados a algunos grupos políticos. Como Librepensadores, nos causa profunda decepción y consternación las afirmaciones vertidas por alguien que se reivindica como dignataria masónica, incluso aunque lo haya hecho a título individual.
Sostenemos que el progreso de una sociedad, en Libertad, en Igualdad, y en Fraternidad solo se da bajo el respeto por el derecho de las minorías, y que el uso de los bienes y rentas públicas solo deben servir al bien común, como lo es la educación pública, y jamás para financiar el proselitismo, sea el mismo religioso o político.
Entendemos que estas son las reglas básicas de convivencia para asegurar una vida en paz y tolerancia, que hemos recibido de nuestros ancestros librepensadores, muchos de ellos también masones, legado al que seguiremos siendo fieles.
Levantamos por lo tanto nuestra voz sin aspiraciones de exclusivismos ni de infalibilidad, llamando a la reflexión serena y profunda para trabajar de forma mancomunada, pero también de forma desinteresada, sin fines proselitistas, sin buscar cuotas de poder, sin intentar imponer al conjunto de la sociedad ni verdades reveladas ni ideologías.
Consejo Directivo de la Asociación Uruguaya de Libre-Pensadores (AULP)